lunes, 24 de diciembre de 2012

MANUEL CUENYA

MANUEL CUENYA
1967 -
(español)

NOCHEBUENA

El mejor modo de pasar la Nochebuena es estar con una bella y afectuosa compañía. Ser feliz observando a la gente feliz que uno quiere. Cenar pronto o tarde, eso no importa, pasear o bien acurrucarse al amor de la lumbre, escuchar música vibrante y placentera: el oratorio de Navidad de Juan Sebastian Bach, está muy bien, pero podrían ser también otras músicas posibles, leer algo o nada, escribir un aforismo, una greguería, incluso un micro, o nada, sentir, eso sí, sentirlo todo de todas las maneras, sentir la libertad, algo imprescindible, volar aunque sea en sueño, acostarse con las palabras acariciadoras, siempre en dulce compañía, sentirlo todo... el placer inmenso de estar vivo, gozar de salud y tener la temperatura afectiva adecuada, al lado de un brasero, que procure asimismo la temperatura ambiental necesaria, mientras afuera nieva con esplendor navideño. Y para rematar la velada de la nochebuena, lo mejor, lo más saludable es dormir sereno, en paz, con la placidez de los ángeles (o las ángelas) y soñar, eso sí, con mundos hermosos y posibles. 
Gracias, amor, por estar ahí.



EL SILENCIO

La noche en calma invita a soñar. Y soñar es algo que no podemos ni debemos perdernos porque tu noche es mi noche. Soñar, incluso despierto. Hamacado por el silencio de la oscuridad, que se perfila serena. El silencio, ay, convertido en música tranquilizadora. Dejarse arrullar por el silencio. Abrazar la noche. Dormir en paz. Sentir que la vida es Amor. Regresar a una infancia dulce y soñada. Hablar con el tiempo presente. Aquí y ahora. Besar el silencio. Volver a la serenidad. Alcanzar las estrellas. Tocar el meollo de la noche, que se revela hipnótica. Seguir amando. En silencio. Acunado por un tiempo fluido y aromático. Acariciar la noche. La noche en calma, que palpita bajo tus párpados, vitales y rosa. Soñar incluso dormido. Soñar es algo esencial, insustituible. Dejarse amar. Amar y ser amado. Lo mejor que te puede pasar. Volver a dormir bajo un castaño milenario, a orillas de un manantial. Sentir el tiempo. La cara visible de la luna. Estar y ser. Saber que la vida es intensa. Hablar con el amor. Amor. Tú. Cerca de ti. Beso tu noche. Beso tu sueño. Y tiemblo. Porque estoy. Y fluyo. La noche, esta noche de sueño, bajo la sonrisa iluminada de tu tiempo. Vibrando hacia el universo por los valles y montañas de nuestro aquí y ahora.  
Soñar, sí, soñar que tocamos el centro del universo, infinito y rojo. 


MEMORIA DE LOS ASESINADOS Y LAS ASESINADAS

Bañados en sangre y lágrimas, caminamos a tientas, en la oscuridad de la noche, en medio de un monte sin esperanza.

Al otro lado, las hienas acechan tras las sebes del odio, irracional, desmedido, en una arboleda perdida. El odio incendia el matorral y calcina la memoria afectiva.

Hay charcas de sangre que siembran el dolor en las cunetas, donde crecen flores muertas y arbustos escarchados.

La soledad y el miedo, en mitad de la nada, acaban congelando nuestras entrañas, mientras nos perdemos entre la niebla espesa en un invierno inacabable. Nuestras gargantas se resecan en gritos silenciosos como lobos heridos de muerte. Ya no será posible el retorno. No nos queda ilusión. Sólo miedo, un miedo atroz y un vacío inmenso, que revienta como una herida profunda, salpicando la historia.

La guerra y las guerrillas fusilan los sueños y la memoria. Y la crueldad se impone, amarga y viciosa, como una bandera sangrienta. Chorrea el odio. Chorrea el crimen. 

Las pozas, donde estamos enterrados, supuran sangre coagulada. Las huellas de nuestra historia más reciente siguen pesando como losas fúnebres. Los barrancos huelen a carne fratricida.

El eco infinito de los disparos retumba en nuestro subconsciente colectivo, allá en lo alto de las peñas, acá en el fondo de nuestra alma. Aún escuchamos los gemidos de los moribundos. Aún sentimos el sufrimiento, una acidez que nos sigue doliendo en lo hondo del corazón.

Al otro lado del olvido, las peñas y las fosas adquieren formas humanas. Allí nos pudrimos los hombres y las mujeres que ya no podremos soñar, con el rostro ensangrentado y las mandíbulas desgarradas, tumbados, panza arriba, con una hinchazón de piedras y tristeza.

Hay charcos de sangre y paisajes de tortura que inundan el tiempo de quienes ya no tendremos ocasión de amar: asesinados, desaparecidas, paseados, inocentes, olvidadas: la fosa de los asesinados y las asesinadas.



Bajo la triste luz de una bombilla

A la memoria de mi cuñado, muerto de infarto, con las ilusiones intactas, hace ya tres años. 


Sientes su muerte, la muerte
desgarrado 
entre el vacío y una luz de bombilla
que te escalofría
como si tú también hubieras muerto
porque el tiempo sigue aniquilando por igual 
a unos y otros
en una rueda interminable

Sientes su muerte
con el punzante delirio de un biusturí
que raja las esperanzas
y un corazón con olor a tanatorio

Intentas abrir la persiana del porvenir
y sólo encuentras vísceras

Miras hacia atrás
a la carretera tantas veces recorrida
y sólo ves muerte

Necesitas aprender a mirar de nuevo
bajo la triste luz de una bombilla
con la mirada inocente de un querubín
rubio platino 
bajo el Pegaso
exprimir el jugo de lo adverso
tumbado, boca arriba
en espera de un sueño reparador 
que te devuelva la vida
un domingo gris y helado
solo, bajo la luz de una bombilla

1 comentario:

  1. Se dice a menudo que el romanticismo murió, pero una multitud de poetas en el mundo siguen la onda romántica. Como Manuel Cuenya en estos primeros poemas en prosa. Y lo hace de una manera muy fina, delicada, musical, diríamos...Respiramos ese aire, esa solemnidad con que desliza su concepción...

    Pero he aqui que Manuel Cuenya (en el tercer poema)muestra una faceta distinta y conmovedora que a nadie deja indiferente.Es una especie de desdoblamiento y nos habla desde la otra orilla, la orilla enlutada, donde yacen mujeres y hombres asesinadas; muestra los horrores de la mano que no vacila en matar a sus hermanos. Es un cuadro que estremece hasta los cimientos del pensamiento...

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