DIEGO DUBLÉ URRUTIA
1877
(chileno)
I
POR LAS CALLES
¿Junio! Mes de las aguas, mes de las brisas,
mes en que hacen los pavos su testamento
y en que las rubias ostras-monjas clarisas-
romen la celda nácar de su convento;
mes que envuelve en corrientes y camanchacas
las solitarias islas del mar amargo,
y en que si el pasto verde sobra a las vacas
también está la muerte de mantel largo;
hoy es el último día, lo dice el tono
de las campanas ebrias y el grito humano
con que sale a la pesca con su patrono
todo lo que hay de lobvos en Talcahuano.
La mar está de gala; por hoy el viento
se ha metido en los mares galantemente,
y en los muelles y ranflas, que es un contento,
como furel varado brilla la gente.
Hierve la mar de barcas. Las velas curvas
juegan al sol, llevadas a la bolina,
y llega el santo pifian las turbas
a un bergantin que cruza la Quiriquina.
¡Qué frescura de tarde!¡Qué algarabía!
¡Qué ladridos de perros y hablar de gringos!
Si parece que uniera este solo día
toda la transparencia de diez domingos...
Trajes negros, azules. blancos y rojos
bordan las serranías que el golfo lame,
y no hay techos, ni grúas, ni cabos flojos
donde la gente de aguas no se encarame.
Y la campana suena que ya es locura,
y estallan voladores, que viene el viejo,
y de pronto la gente ve al señor cura
que sale abriendo cancha por un callejo...
Sube la grita entonces, se oyen los sones
de la charanga, ondea la masa humana
y en un moven pañuelos en los balcones
que parece un incendio cada ventana.
Trae el olor a incienso de ventolina
y en seguida, entre coros de canto llano,
con la cruz aparecen tras de una esquina
dos rojosmmonaguillos y un cura anciano.
Lento como un navío, cantando a secas,
sigue después un chantre cubierto de oro,
lanzando agua bendita con grandes muecas
para salud del suelo que aún está moro...
Y en seguida la gente, ya sin aliento,
ve aparecer con paso que desazona,
junto al morada obispo, que va muy lento,
el coro de canonjes de la Pencona:
solemnes, revestidos con antiparras
y dando miraditas a los balcones,
van cantando el breviario, con voces charras,
entre nubes de incienso y aclamaciones.
Pero el santo no sale. "¿Qué le ha pasao?"
Grita la turbamulta, y opina un viejo:
"Es que fuma, ño Peiro yb habrá bajao,
pa comprar un cigarro que el piaje es lejo..."
Salta una vieja entonces: _"Pero judío,
límpiate esos hocicos como Dios manda,
no vis que no son brutos el hijo mío
ni los hombres de carne que traen l·anda?"
Y antes que ella concluya, la turba estalla
en un apotosis de chivateos..
Es que el señor San Pedro sale a la playa
entre lluvias de flores y balanceos.
Y al son de la campana que allá repica,
corre el clamor en olas por la ribera.
Desde los muelles viejos a Villarica
llenando con sus ecos la tierra entera;
y suena un cañonazo y otro responde,
y con el himno patrio que ya despunta
mil tiros disparados, quién sabe a dónde,
todas las cabelleras ponen de punta.
* * *
Sobre sus andas de oro San Pedro viene
entre cuatro banderas con flecos de oro;
¡feliz cofradía que lo sostiene
sobre sus musculosos hombros de toro!
Su pesca será doble desde mañana
las agua que la ahoguen serán benditas;
¡con qué mirar que enciende la sangre humana
le clavan sus ojazos las mujercitas!
No ha envejecido el santo. Como un mozuelo
lleva rosado el rostro y alegre el talle,
como en las aguas lluvias que hay en la calle.
¡Cata! La barba negra, crespa y lozama,
va diciendo a gritos el más pacato;
barbna de tantos años, sin una cana,
claro es que por peines <manos de gato...>
En la siniestra mano dos llaves alza
el portero del cielo: la llave grande
y con que a de abrirles la puerta falsa
a los hijos del publo que el mar le mande.
Y como va a la pesca, por cumplimiento,
ya que salir sin redes fuera desdoro,
entre sus sacras manos columpia el viento
una malla luciente de plata y oro.
Y así, sobre diez mozos de buena traza
desfila por el claro que el pueblo le abre,
sin temer que el mal tiempo, que ya amenaza,
como apaga las velas, lo descalabre.
¿Qué ha pasado? se para todo el cortejo
y aplaudiendo, la gente se arremolina:
es que El Tecle se avanza, fletero viejo,
a saludar al santo por la marina.
Lleva su saco al hombro y a la cinrçtura
una faja encendida bien apretada,
y entre la barba cana y la tez obscura
una nariz de fuego comon granada;
entre aspavientos grandes mil cosas dice,
y cuando su entusiasmo raya en extremos
teermina epicamente: <patrón, avise
cuando requiera un bote con cuatroremos>,
dice el Tecle y se cuadra, mientras el santo
sin siquiera mirarlo de largo pasa,
y entre nubes de flores, incienso y canto
por el muelle se cuela, como en su casa.
He dejado inconcluso este extenso poema de Diego Dublé Urrutia por razones de salud... Solo puedo agregar que este poeta es uno de los grandes de Chile...
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