miércoles, 19 de febrero de 2014

SALVADOR PLIEGO


SALVADOR PLIEGO
1958 -
(mexicano)

DETRAS DE LOS ESPEJOS

Pasó por esta calle,
pasó
-hija de Dios, de alguna madre,
de algún parto embravecido-,
pasó…
Era una ojiva de huesos en mi carne,
un para siempre estomacal irreparable,
y pasó, pasó de lleno hacia los ojos,
a mitad del todavía y más profundamente.
Y se quedó –¡santo Dios!-, se quedó sobre las yemas,
sobre pupilas y armazones,
en el domicilio de mis genes
donde yo estaba presente.

Alguna vez me dijo: “Soy yo”.
Frente al espejo, no le supe contestar
ni dar mi nombre.



IDIOSINCRASIA


  -¿Y usted, en qué trabaja?
 -En la idiosincrasia –respondió.
 Acto seguido, recogió su cuerpo, 
lo dobló y desapareció.

EL ÙLTIMO SOLDADO

Cuando aquella guerra, aquella muerte,
lloraba el último soldado:
lloraba al hedor de los disparos,
al grito sanguinario de la herida,
al boquete y estallido de la sangre;
y lloraba solo, solitario:
al ver muerto al adversario,
al no sentir a su lado
la supervivencia de un amigo, 

al ser él su propio enemigo.


HORIZONTE NULO


 Hay sombras más fuertes que la oscuridad misma. Sombras que atajan la luz sin unas manos, que no se dejan mirar, pero que son las tumbas afligidas y heridas que el corazón contiene: un horizonte nulo que la traición concibe, un espacio sin rostro donde en la espalda un dolor nos clava una infamia, una daga de furia y de muerte, la pica que otrora el hombro nos diera y hoy conjura con rabia y vehemencia. Y el corazón ya no siente, ya no da la cara. Son heridas profundas de ira y con saña, sombras que ciegan cual alobadas miradas, o de hienas que incrustaron su risa para atravesarla en la carne y ya no sacarla. Un horizonte nulo donde se aborda la nada, donde se entoldan los ojos por alguien que nos traicionó las manos; un espacio que no tiene faz ni apariencia, y se expresa en la oscuridad más sensible del alma.
MI ÀNGEL


En esa fértil manera de alegrarme 
tengo un ángel de cuatro alas y dos abrazos. 
Su túnica aperlada es un amor de dos racimos. 
Su cabello cuelga de un marco en óleo y sopla el piso. 
Tiene un feliz risueño por mirada 
y una alegre alegría de dos perfiles. 
La sueña mi consciente junto al perdón de mi inconsciente. 
Levanta mi guarda, ¡así de bella!, 
y lo defiende. 
 Sucede que mi ángel desprende su sombra 
y rellena el vacío con la mía. 
Y en mis pasos tengo un ala, y otra ala, 
y cuatro juntas por camino. 
Parece que mi ángel tiene un itinerario emocional 
que son achispados de sonrisas. 
Tengo un dechado de ella que me copia casi a diario. 
Más que nada, tiene ese contento jubileo de contento animoso.
¡Qué manera de alegrarme!
 

1 comentario:

  1. Nos encontramos esta vez con otra gran poesía de un poeta mexicano de esos que jamás olvidan a su amado México lindo y querido...Un canto poético que se desliza verso a verso con la frescura del agua en su estado más puro. Una poesía que no cansa pues va y llega de espíti a espíritu. Felicitaciones.

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