1951 -
(chileno)
Sin poesía la humanidad agoniza
Al cabo de un tiempo
El pasado sumiso gira sin morder la cola
El espino se corona de cuarzo de sien
Los relámpagos de tejidos mudos
Las hojas son aire que se estremece
El espanto quiebra el báculo de la huella
Las patas de conejos raspan espejos
El trópico pierde en sus mandíbulas
Los frutos arrastran el tronco al monte
Cenan las piedras en el pozo de los niños
Las uñas de las plumas hacen cortacircuito
El arco del verbo pasa por el filo del clavel
Las bocas piden un bien a los traspiés
Las guaridas entregan los ríos perdidos
Los colores gimen en los polos
El bostezo cava la sed en la iguana
El celo galopa en el sol.
Se cumple la profecía de las 9.01 horas.
Sin poesía, la humanidad agoniza.
Primero mueren los poetas.
Tardíos y solitarios
los dioses se echan al hombro
las máscaras.
Sin poesía,
la humanidad agoniza
y la mujer que amamos da a luz otro amor.
El pasado sumiso gira sin morder la cola
El espino se corona de cuarzo de sien
Los relámpagos de tejidos mudos
Las hojas son aire que se estremece
El espanto quiebra el báculo de la huella
Las patas de conejos raspan espejos
El trópico pierde en sus mandíbulas
Los frutos arrastran el tronco al monte
Cenan las piedras en el pozo de los niños
Las uñas de las plumas hacen cortacircuito
El arco del verbo pasa por el filo del clavel
Las bocas piden un bien a los traspiés
Las guaridas entregan los ríos perdidos
Los colores gimen en los polos
El bostezo cava la sed en la iguana
El celo galopa en el sol.
Se cumple la profecía de las 9.01 horas.
Sin poesía, la humanidad agoniza.
Primero mueren los poetas.
Tardíos y solitarios
los dioses se echan al hombro
las máscaras.
Sin poesía,
la humanidad agoniza
y la mujer que amamos da a luz otro amor.
El destino del Arte.
Sobre su caballo venía en una pata.
Ya ejercitaba la vitalidad del hecho creado.
Luego fue el temblor, el crepúsculo y hoy los acantilados.
No lo duden,
fueron naturales obstáculos
y la disciplina arbitraria del hombre.
Si les parece que comenzó con el instinto,
no olviden que aprendió a criticar
En las calles
En los particulares trece o equis charcos del criollismo
En los nuevos éxtasis del tránsito de los cerebristas
En la fragilidad del doble palpitar de las esquinas
En la tranquilidad que se anudan las sombras
En el sosiego que acecha en la materia
En la tregua que se funde en la vereda
En el armisticio que acentúa la niebla
En la pluma flotando en la poza
En los postes clavados al cielo
En los grillos que atraviesan
En su pecho de adoquines
En los neones que cambian de rostro
En los silbidos que penetran al sésamo
En los matorrales que se echan en el césped
En la cintura visible de la versión de los periódicos.
Así,
el arte se presentó
a las estrellas que tumbaron el hacha de las cigüeñas
y allí encontró un punto, un cabo, una realidad lejana
entre sitios eriazos y rodillas afaroladas.
Así,
se forzó lentamente el proceso artístico de América
Por
caminos que son hilos que toman el pulso
Por rutas
que sacuden la rodaja de la distancia
Por
senderos que rumorean viejas heridas
Por los
accesos al beneficio propio
Por el
sueño adiestrado por el miedo
Por las
formas o los garfios de la moneda.
Sus
viajes
Estas
imágenes Estas apariencias Estas estructuras.
Y
murmuran,
que todo
ocurrió
recordando
al antiguo ser coloreado de fantasía,
en el
equipo que ama al maestro,
o en los escaparates
de revistas sin puerta de escape.
LA MUCHACHA CORDILLERA
Allá Al fondo del paisaje Sumergida
Es desamor Es muro
Acá papel blanco para infinitas explosiones
Espuma de lugar de cielo
Paradero de nieblas
Roca que se viste de diluvio
Ríos que aspiran elevaciones
Desfile de elefantes que no existen
Barricada descolgada de la rima.
Todo lo que eres y a veces besas
historias de pasos y otras escapadas.
Poema paterno Poema materno
Pero son saltos perpetuos de loca
serpiente con orilla humana.
Cordillera por libros
que saben qué pasa con los árboles
y Juventudes del Mundo.
La luna gana desde su espalda
a la procesión de estrellas
que guarda en el techo.
Ayer de minutos Ayer de tarde
Cajón del fin del tirano
A lo largo de sus despertares No comprende
por qué nos alejamos del mar.
Sorprendente poeta que de pronto descubrimos en su verdadera esencia, esgrimiendo una poesía de excelente factura. Cómo reconforta descubrir buena poesía , ya agotados de leer tanta hojarasca.
ResponderEliminarUn grato saludo a Alfredo Lavegne, auténtico, verdadero poeta grande.