miércoles, 10 de julio de 2013

ALEJANDRA ZIEBRECHT QUIÑONES

ALEJANDRA ZIEBRECHT QUIÑONES
1959 -
(chilena)


ASUNTOS PENDIENTES

 Qué duda cabe
después de la despedida
que ha durado siglos
consagrados a la extensión
de los cuerpos
Qué pesadilla o bestial aprendizaje
o morbo
ha sido este
convite a lo imposible
a lo gastado
de ti
y de mí
a los remiendos
Ni yo
ahora
sé por qué escribo
cuando debiera
estar sobre la cama
soñando con la muerte
esperándola
o pensando en la puta de Talcahuano
que se quemó a lo bonzo
por culpa del olvido
Como dijo la Palmenia Pizarro
por culpa del mal amor
por culpa del licor barato de la tía Yola
Qué duda cabe
Bartleby tenía razón
sólo queda tenderse sobre un césped de manicomio
con los ojos abiertos
para que nadie dude que estamos vivos
pero muertos
Que preferiríamos no hacerlo
pero igual se nos vienen las ganas de amar
de escribir sobre los muros
de una ciudad indiferente
Igual el otoño
se llevó desnuda a  la puta de Colón
su cuerpo del delito
mulata
como la Amalia Rodríguez
igual de triste
pero más pobre
infinitamente más sola
menos diva

Qué duda cabe
si los suicidas son inmortales Maupassant
no le entran balas
ni cuchillos
sólo se mueren de palabras idas
de silencio
de habitaciones encerradas
de soledad
nos incendiamos de soledad
somos brazas a medio fundir
huesos carbonizados
que dicen adiós
porque hay una hermandad de las cenizas
donde nos encontraremos
Por eso esta tarde
de bruces sobre mí
me habla de todas
Marguerite
Virginia
pero sobre todas
sobre cada una de ellas
y de mí
que me lo sufro todo escuchando a la Palmenia
pienso en la putita de Talcahuano
que rompió la noche con su grito de madera quemada
de cuerpo obrero
proletario
de fado triste
de saudade
de radio a pilas
de inmigrante
de poetisa sin libro
sin beca literaria
sin subsidio rural ni del otro
sin hoyo donde enterrarla
(qué paradójico)
Sólo el destino de las animitas es para ella
Animita de las putas de la calle Colón
flores de papel
mil grullas
y el cielo se les abre
¡Ay! no sé por qué escribo
de los adioses Vilariño
a ti te regalaron unas noches en exclusiva
es todo cuanto pudo Onetti
es todo cuanto pueden darnos
no te creas la muerte
después todo se desgaja
y por eso se escribe
sobre asuntos pendientes
como la cuenta de la luz
la sobrevivencia toda
entre los versos que no nos alimentan
las páginas sociales
y el colon irritable
en los bordes de la desesperación
pensando en la tarde que nos encontrará a tientas
buscando algo
que no se ha perdido
porque nunca estuvo
En la ausencia
como las cartas muertas de Bartlebly

Qué duda cabe


AFUERA HAY ÁRBOLES ROJOS

 Afuera hay árboles rojos
y cae sobre ellos un aliento
de tarde esbelta
lanzada de bruces
sobre la calle
los árboles incendian
este otoño
y el viento desamparado
toca las ventanas
y por la calle callan los muertos
su trajín
es una tarde lánguida que lame todas las cosas
hasta dormitar con las sombras
La que escribe
está llena de cuervos
de papeles picoteados
de fotos desgarradas a la mitad
de cordura alocada
en un cuerpo roto
el incendio de las hojas
se hace ocre y desciende
por la corteza
hacia la raíz
Ella dice que debe escribir sobre esto
pero no sabe atraer el árbol
a la página
Crepita en la que escribe
la fugacidad
de un otoño inválido


EN OTRA PENA MÁS INMENSA

A veces digo que no
que nunca más
que ya es tiempo
de parar al tiempo
de olvidar
sus ademanes cojos
de perro enfermo
A veces digo
que quiero hundirme
en las aguas del sueño
y no caer
en el torpe arrebato
de ahogar las penas
en otra pena más inmensa
digo que lo haré de inmediato
que pondré música
que alertaré los ojos
el cuerpo
la tiranía de mi nombre
y el de los otros
superpuestos
que no importa
el pozo oscuro
donde se vive
que es inútil ordenar papeles
que serán arrojados
al tráfico torpe
de los días
que es mejor callarse
de adentro hacia afuera
silenciar en un torpe giro
los envoltorios
la demencial
forma
de acometer la vida
como si hiciera falta
saltarle al cuello
mordérselo
carcomer su inocencia
de un disparo
ahora que lo pienso
aun es tiempo
de olvidar el tiempo
limpiarme la boca
con la manida forma
de rendirse al hastío
amenazarme de escritos
desligarme de esperas absurdas
para ver morir a mis amigas
y alistarse a mis enemigos
todo en un mismo instante
porque los segundos son migas
que han devorado los pájaros
yo recuerdo sólo estar y luego no
que es distinto a permanecer y luego no
yo recuerdo un plagio de mí misma
que se acuesta temblando
por la infancia que se acerca
y no reconocer nada
y empezar el tedio
de juntar sílabas
en el minuto exacto
como un preciso desconocido
y temer
siempre
al recuerdo que tirita
como gota en la hoja
temer
luego olvidar
que es lo único
que limpia
como el silencio
comenzar con la pausa
que es la ortografía del silencio
hasta entender al silencio
como la gramática del alma
ya es tiempo
de fugarnos
y que nadie nos nombre

 SIETE


No voy a creer en los fantasmas que me otorga la necesidad de creer. No, ahora tiro los papeles de la incómoda postura de aferrarme a las cosas que solapadamente el mundo me otorga con giros irónicos. Ahora me acojo de buen ánimo. Abro las puertas del coraje y la razón. Y me voy sin mentiras, sin el tedio de crear mundos iracundos y feroces que me destruyan. Soy fuerte, aun para las cosas sobre las cuales no hay que ejercer fuerza alguna. Me propongo destruir la elongación de una actividad infecunda. Auxílienme en esta hora de reconocimiento las almas valientes que no vacilaron en la crepitante luz del racionalismo. Socórranme las brújulas incendiarias que iniciaron la travesía. No quiero encontrar nada más allá de mí porque todo está en mí. Reconocerme es conquistar el territorio total que abarca mi existencia. Ahora lo dejo todo: ideales, formas quiméricas de mi afiebrada sed, encantos tardíos, llantos desbordados como marea encinta. Ahora contemplo desde lejos porque me adentro en la aventura de adivinar qué contiene esto que soy, qué atrae, qué espera a la vuelta de mí en los escondrijos donde la memoria se contrae. No a las piedras Alejandra, no a los arrecifes y su llamado de trueno, no a los fatuos fuegos del amor. Ahora desciendo por la calma y el reposo. La mente me impone una tarea de sueño perfecto, de quietud corpórea. Porque no ha de decirme nadie cómo escuchar mi silencio, no han de conducirme por la arena movediza de las apariencias. Sólo quiero rescatar al hombre que camina bajo la lluvia. Sólo pido sacar su cuerpo de entre todos los cuerpos que le atrapan. Pido una tregua para el asombro, una calle cortada en dos como la vida y la muerte. Pido que me dejen con las palabras que siempre se repiten hasta descontrolar la lengua. Reniego del caos. Afuera de mi casa los fantasmas pensarán que me he ido, pero no, estaré acostumbrándome a no abrirles la puerta, estaré con los pies afiebrados de caminarme hasta que llegue la noche que no es sino una sombrilla que se regala el sol. Y espero en la oscuridad no creer en algo distinto atrapada por el silencio y su río de juegos engañosos. Arrópenme las certezas del aullido de los débiles. Pido la anuencia de los que nunca destilaron el vino perverso de la imaginación. No quiero un itinerario de viajes torpes. No quiero la flaqueza de escribir un diario de razonamientos iracundos para explicar la luz fugaz del mediodía. Déjenme atorada en la posibilidad de lo posible. Sólo eso. Y Luego fúguense por el entramado de dudas que ya no me conciernen. Ahora van a llover las verdades y estoy lista para destapar los espejos del gran luto ignorante. Que los muertos caminen con sus cruces y sus penitencias. Que nadie, absolutamente nadie me tire cartas de amores parcos debajo de la puerta. Que no quiero escribir ahora que no creo en nada, menos en la escritura, la mayor de las mentiras. Ahora dejo mi taza, mi carpeta de anotaciones absurdas sobre una ciudad absurda y vieja. Ahora soy vieja y me acuesto creyéndolo, de cara al espejo, de cara al tiempo, sin trampas ni ecuaciones grandilocuentes de atenuantes estúpidos. Sólo los fantasmas no envejecen. Y  yo no creo en los fantasmas.              


1 comentario:


  1. La poesía de Alejandra Ziebrechs Quiñones es un tren que nos transporta entre bellas imágenes y metáforas que nos asedian con su música y su encanto y no hay manera de parar este viaje que alucina hasta llegar a la estación de la última
    palabra.

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