ELI ROMERO SALAZAR
(salvadoreño)
LO QUE DEJA UN POETA...
Te dejo a vos,
los nietos de los hijos que nunca
pude engendrar,
mis zapatos agujereados porque
nunca amanecieron.
El coraje que mi fe en vos mantiene
el brillo en la almohada de la esperanza,
la marcha que no pude entretener
porque el cincel de la oscuridad me acorralaba.
La casa de mi locura donde dejo
las furiosas letanías de tu vientre.
Y finalmente mis caminos
en ellos encontrarás regada la madrugada
un sin fin de cabellos bañados de oro
y mi corazón vestido de la mirada
por un rayito de sol que en mi balcón asoma.
El país duele
El día deshace las huellas de la risa.
De rodillas, con un crucifijo, se implora la vida,
por los que quedan en este espejo roto del país,
por los que se van y abren ventanas inefables,
por el futuro que perdió toda memoria,
por este cuello roto, ríos de piedras en el sueño.
***
El tiempo nos salpica con sus murales de muerte.
Buitres y carroña se juntan como guerreros,
oscuras noches vomitan ojos ciegos.
La luz se ha perdido, goza la tiniebla,
la espina y la ceniza.
Sólo el golpe responde a la semilla.
Toda esperanza acompaña a la muerte,
Toda muerte agranda el círculo de la noche,
esta noche donde el centro es la tumba,
Esta noche donde el aire es grito
y la vida un sendero de alfileres.
***
¿Qué haces, país? ¿Es la muerte hoy el alimento?
Delantales de soledad nos habitan…
Nos das, país, soledad y despojo y falsas caricias.
Has hecho de la muerte diaria, país, un mundo.
¿Qué hacen tantos muertos en el surco?
¿Cómo la sombra y el cardo te gobiernan?
¿Qué hacen las aceras sin caricias?
¿Crece la risa frente a los cuchillos?
¿Ayuda la muerte para que suenen las guitarras?
¿Es la pólvora el ensueño de los vivos?
¿Pueden diez muertes diarias remediar el hambre?
¿Alcanzan las lágrimas para llorar a tantos?
¿Puede la lluvia lavar la sangre del alma?
¿Puede Dios, por fin, vomitar la iniquidad?
¿Es necesaria la muerte para terminar el desempleo?
¿Hasta cuándo el crimen dejará
de ser hostia de la eucaristía?
¿Viviremos siempre entre lenguas
de agrios susurros?
¿Seremos siempre cadáveres azotados por el fango?
¿Es posible derribar este ahogo, muro de lamentos,
con las trompetas diarias del grito?
¿Quiénes caminan embozados para desatar lágrimas?
¿Puede el desorden ser siempre nuestro vestido?
¿Es tan pequeña la mesa del país para comer todos?
¿Pueden los cementerios convertirse en otro planeta?
***
El país duele. Desciende su firmeza.
La realidad es poderosa acuarela:
En ella están el horror y el exterminio
Como agua de un río sin compuertas.
Muerte, muerte, muerte, muerte dicta la conciencia.
El país duele. Los brazos de su luz son noche;
Y la noche, un áspero calabozo sin pupilas…
NOSOTROS QUE NUNCA TUVIMOS NADA...
Nunca tuvimos al otoño
como pretexto para escribir un poema.
Tampoco teníamos puentes o gárgolas
o inmensas catedrales donde esconder la tristeza
y abofetear a la melancolía de la miseria.
****
Desde niños conocimos la extensión exacta
de la patria, la dimensión de sus bosques,
la altura de sus cordilleras y el rumor
de los ríos temblando adentro de los oídos.
Nunca tuvimos a la primavera con sus brotes,
o la nieve cayendo, necia y obsesiva,
sobre calles y parques.
****
Nunca tuvimos eso que ustedes cantan en sus poesías
y que nosotros entrevíamos desde un tren,
alguna noche de profundo sueño. Nunca tuvimos
eso que amamos y sin embargo vivíamos en el corazón
mismo de la nieve, en el músculo perfecto del huracán,
al lado del brote creciendo después del invierno.
****
Nada teníamos, pero todo estaba extendido en la grandeza
del sonido de las chicharras, en la admirable pequeñez
de un monte, coronado de ternura y sol,
la mañana en que íbamos hacia la escuela. Teníamos
una ración de fruta fresca en la mesa y no la veíamos.
Un pedazo de catarata en el sonido de los grillos
y una marmita de fuego en el centro de la rosa.
****
Todo lo amábamos, nosotros, que no teníamos nada:
la pluma del gorrión, el árbol con sus flores,
la pampa y el caballo, la tortilla crujiendo
entre las brasas, la mano que nos amó por vez primera,
el beso dado detrás de alguna puerta. Todo eso era
el otoño que apenas descubrimos, la catedral de amor
de nuestra madre, la populosa muchedumbre en las palabras,
la vida aposentada en el quicio de la puerta, el gato
saltando de la tapia a nuestros brazos.
***
Y todo eso sin convertir el agua en vino,
caminar sobre las aguas o deslizarnos descalzos entre el fuego,
solo con mirar los ojos de mis hermanitos, una tarde de lluvia
salpicada de barro, de sueños y de música…
¡Todos los milagros se volvieron posible!...
ResponderEliminarDe pronto nos encontramos con un valor de grandes proyecciones, se trata de un poeta de
El Salvador, un combatiente por lo derechos de mujeres, niños, hombres. Es el poeta que sin
alardes escribe su poesía basada precisamente por aquellos pueblos abandonados donde la crudeza de una realidad abismante existe, no es cuento de niños. Todo esto sucede por la indiferencia de los hombres poderosos, constructores directos del hambre y la miseria.
No obstante estos abusos, siempre habrá una voz que se alce para denunciar tales injusticias.
Eli Romero Salazar es un valiente que se atreve a decir ´basta!
Hola Diego de la Noche... Estaré publicando humildemente en este espacio si me lo permites.Sabes que somos poetas trashumantes y que a veces tenemos altibajos pero esa insidia de la poesía no se nos quita. Gracias por invitarme amigo. Trataré de dar lo mejor. Abrazos fraternales.
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