LEOPOLDO PANERO
1909 - 1962
(español)
HIJO MÍO
Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que torna el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.
Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío):
me invitas a la sombra que se hunde a mi pisada,
me arrastrras de la mano... Y en tu ignorancia fío,
y a tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
SONETO
señor, el viejo tronco se desgaja,
el recio amor nacido poco a poco,
se rompe. El corazón, el pobre loco,
está llorando a solas en voz alta,
del viejo tronco haciendo pobre caja
mortal, Señor, la encina en huecos toco
deshecha entre mis manos , y Te invoco
en la santa vejez que resquebraja
su noble fuerza. Cada rama, en nudo,
era hermandad de savia y todas juntas
daban sombra feliz, orillas buenas,
Señor, el hacha llama al tronco mudo,
golpe a golpe, y se llena de preguntas
el corazón del hombre donde suenas.
Hay en estos poemas una cedencia indudable creada por el pasar de los momentos: no hay gritos ni furia, palabras duras, imprecaciones...
ResponderEliminarExiste ahora una serenidad quizá nunca tenida antes; una sensación de final de jornada, quizá un tanto melancólica o talvez, resignación ante lo cercano donde todo enmudece...